Quisiera empezar esta pequeña introducción a la traducción que hice mencionando las ideas del ensayo “La Tarea del Traductor” de Walter Benjamin, crítico y filósofo alemán de la primera mitad del siglo XX, y el discurso leído el 23 de junio de 1995 en el evento «Lecturas de Herzen» en San Petersburgo por nuestro contemporáneo Thomas Campbell, poeta y traductor del ruso al inglés. A las preguntas “¿qué dice exactamente una obra literaria? ¿qué transmite?”, ellos, cada uno por su lado, contestan coincidiendo que la característica más importante de cualquier obra literaria de alto rango no es la transmisión de una información. El espíritu de cualquier poema no reside en el significado de las palabras, sino en los ritmos, en las rimas, en las connotaciones, incluso en los latidos del corazón, y por tanto una traducción que solamente transmita al otro idioma lo que dicen las palabras tal cual no tiene nada que ver con el poema original.
Desafortunadamente existen muchas “traducciones” de poesía rusa al español que transmiten solamente el significado de palabras. Son incapaces de permitir al lector experimentar al menos un acercamiento con la verdadera belleza de la poesía rusa. Hice un esfuerzo enorme para que no sea este el caso de mi traducción, pero vamos a ver qué dicen Uds., los lectores de mi traducción.
El asunto se complica con la percepción de rimas por el oído de un ruso y un hispanoparlante: lo que suena rimado al oído de un hispanoparlante no siempre va a sonar como rima para el oído de un ruso, y viceversa. Lo comprobé mil veces. Afortunadamente, la formación de las rimas consonantes y asonantes en español tiene reglas bien definidas, y esto es muy afortunado para el trabajo de traducción.
El poema “Mariposa” de Iósif Brodsky consta de 14 fragmentos, cada uno de 12 versos, y la estructura de rimas de cada fragmento es ABBACDDCEFFE.
En “Mariposa” Brodsky termina las ideas con frecuencia a la mitad o algún otro punto del verso, y en seguida de este punto empieza una nueva idea o fortalece la previa con un nuevo matiz. Sin embargo, la musicalidad de su texto poético es tal que parece un flujo ininterrumpido.
En “Mariposa”, Brodsky con frecuencia deja al final de los versos las palabras que no llevan la mayor carga de aquello que expresa, sino coloca al final del verso algunas palabras que uno jamás en su vida esperaría descubrir al final del verso. Por ejemplo, rompe “para comunicación” y deja “para” al final de un verso para rimar posteriormente “para” con otra palabra, y manda “comunicación” al verso siguiente. Lo mismo hace con “por cuál razón”: deja “por” al final de un verso y coloca “cuál razón” en el verso siguiente y encuentra la rima para “por”. También lo hace con “…si tu siglo…”: deja “si” al final de un verso y pasa “tu siglo” al renglón siguiente. Lo mismo hace con “del destino”: deja “del” al final de un verso, para rimar posteriormente “del” con otra palabra y manda “destino” al otro verso. La parte de la frase “…no por maldad y no por estar muerta…” distribuye por versos de la manera siguiente: “…no/ por maldad y no/ por estar muerta…” dejando “no” al final de cada uno de dos versos consecutivos. Hace todas estas cosas extrañas, y la musicalidad y el flujo ininterrumpido de su poema ¡paradójicamente siguen! como si no hubiese estas extrañezas. Realmente Brodsky es un malabarista de palabras sorprendente y hace lo que se le pega la gana con ellas, y todas las palabras muy obedientes se arreglan entre sí en una melodía sin igual.
Por supuesto no logré reflejar a todos los malabares de Brodsky y sus melodías en mi traducción de su poema, pero, a diferencia de otras traducciones, no transmití solamente lo que dicen las palabras sino también conservé la estructura de las rimas del poema original y, al menos en un cierto grado, logré recrear la musicalidad de “Mariposa”.
Aquí está mi traducción del poema:
(Sofía Faddeeva)
MARIPOSA
Iósif Brodsky
I
¿Decir que te has ido?
Viviste sólo un día.
¡Tristeza cubre la ironía
del Creador! Apenas he podido
pronunciar «viviste» por la unidad
de tu nacer y tu partida,
en mi palma, ya sin vida,
deshecha, ¿en verdad?
Me confunde la sustracción
de una de dos cantidades
en los límites fugaces
de un solo día de ilusión.
II
Pues los días para nos
es nada, simplemente
nada. No hay presente
que los fije, ni los
haga nutriente visual:
sobre el blanco fondo,
sin cuerpo, en lo hondo,
son invisibles. Igual
a ti, son. Si me confías
¿qué peso tendría
un día, si se podría
reducir por veces diez?
III
¿Decir que no hay más
de ti? Pero, ¿qué cosa
en mi mano reposa
tan igual? No es falaz
este color con brío.
¿Quién sugirió el trazo
de tal chispazo?
Dudo que yo, un lío
de palabras sin color,
balbuceando, torpe,
pudiera imaginar acorde
tal paleta de fulgor.
IV
En tus alas, ¿de quién
son estos ojos y pestañas,
mujeres, aves tan extrañas,
y rostros fragmentados? Ven
y dime tú, dibujo alado,
partículas que se esfuman,
naturaleza muerta ¿qué suman
a tal mosaico pasado?
Objetos, frutos, un
trofeo capturado de pesca
que se extiende fresca-
mente, y más aún.
V
Quizás eres paisaje,
y con lupa, al observar,
veré ninfas danzar
en su encaje.
¿Brilla ahí de día?
¿O es lóbrego tal vez?
¿Y qué nitidez
en su cielo guía?
¿Qué astro se iluminó?
¿Qué figuras hay? Di
¿qué naturaleza, por sí,
su forma originó?
VI
Creo que eres tú
esto y aquello: astro,
faz, objeto, rastro
de tu virtud.
¿Qué orfebre, sin ceñir
ceja, en miniatura
grabó el mundo que aúna
y nos hace sufrir,
enloquece, cautiva?
Tú, idea de la cosa;
nosotros, en forzosa
forma, la cosa viva.
VII
Di, ¿por qué ese diseño
te fue otorgado
por un día, al lado
de lagos como ensueño,
cuya amalgama leve
guarda todo en un lance?
Niegas tú el chance
a un tiempo breve
caer en la red que oscila,
temblar de amenaza
y en la caza
cautivar la pupila.
VIII
No me responderás,
no a causa de timi-
dez, o por maldad, ni
porque muerta estás.
Viva o muerta, pero se da
a toda criatura
en calidad de ligadura,
la voz, divina caridad,
para cantar en armonía,
tal vez silbar, comunicarse,
y al instante prolongarse
al minuto, al día.
IX
Tú estás sin aliento,
despojada de ese don.
Quizás sea una razón
no deber al firmamento.
¿Para qué en deuda estar
con el cielo y sus registros?
No te aflijas si tus ritmos
dignos son de enmudar.
El sonido es la carga,
peso impresionante.
Tú, más leve que un instante,
más callada que la nada.
X
Sin vivir el miedo,
más leve que cenizas,
sobre el jardín deslizas
tu vuelo coqueto
a evitar el jardín oscuro
que asemeja a prisión
con su sofocación
de pasado y futuro,
y al volar al prado
en busca del alimento
haces aire, momento
de tomar forma a tu lado.
XI
Así la pluma por lo terso
de la hoja pautada
se desliza desconfiada
en el destino de su verso
mezclando aguda
sabiduría con desvarío
desde el pulso al albedrío
de un habla, aún muda,
al tocar con los dedos la cima
y quitando con temblor
no el polen de la flor
sino un peso de encima.
XII
Tal belleza fugaz
y tal breve su momento,
unidos, dan tormento
al labio y a la faz.
No hay mejor confirmación
que el mundo en realidad
se hizo sin finalidad;
y si hubo creación,
no fuimos fin de sus poderes.
Amigo entomólogo, ¡caray!
para luz y oscuridad no hay
los alfileres.
XIII
¿Decirte un «adiós» debido,
como si fueses tú un día?
Hay quienes su razón fían
a la peste del olvido.
Pero mira, el hecho
de su pasado es así:
no tienen ellos tras de sí
ni compartido lecho,
ni noches soberanas,
ni sueños de perfumes
¡solo nubes
de tus hermanas!
XIV
Mejor que la nada vienes,
más cerca y más visible. Así,
más bien: dentro de sí,
cien por ciento tienes
con la nada parentesco.
Ella logró corporeidad
en tu volar. La cotidianidad,
motivo poco fresco,
te hace digna de mirada
como un obstáculo breve,
sutil barrera leve
entre yo y la nada.