Presentación:
Civilización y barbarie:
La Otra 192,
Septiembre de 2024

La humanidad avanza a pasados agigantados en lo tecnológico y la ciencia, pero muestra una profunda incapacidad para desarrollar el sentido común y la racionalización afectiva sobre lo que está fuera del mercado y la ganancia, de la posesión territorial. En tiempos de inteligencia artificial, cuando el derrumbe del socialismo real nos parece una vieja referencia de la historia, los paradigmas supuestamente mandados al basurero de la memoria se reciclan con vehemencia: nacionalismos exacerbados, radicalismos políticos y religiosos, fronteras y muros, amenazas nucleares, regímenes totalitarios en sus diversas modalidades, asimetrías económicas y culturales, economías de guerra, ambiciones imperiales. Las movilizaciones migratorias de los países más precarizados a las naciones más fuertes es un fenómeno incontenible.
Por un lado se lucha por los Derechos humanos y los derechos de los animales, de las minorías sociales, por otro las grandes potencias cierran filas y los ojos ante la destrucción de pueblos enteros, de herencias culturales irreparables, pero llama la atención sobre todo la indiferencia ante el genocidio del pueblo palestino. Netanyahu ha dicho frente a los altos representantes de Estados Unidos que se trata de una lucha de la civilización contra la barbarie. Allí está la clave de los viejos paradigmas reciclados, un pobre que se revela a la opresión y la humillación es un terrorista y un salvaje. Un poderoso que despoja, oprime y mata en nombre de sus prerrogativas es un libertario, un héroe de la humanidad y una víctima cuando se le critica. En su discurso demanda más apoyo para armas, exige aplausos en nombre de la civilización para exterminar a un pueblo, como se fumiga una plaga; su argumentación encarna sin lugar a dudas una expresión auténticamente fascista. No la inspira una idea democrática, un ideal de justicia, una búsqueda de soluciones políticas, sino la superioridad moral, el derecho divino de borrar a los otros del mapa empleando para ello la inteligencia letal de sus instrumentos de limpieza.
Civilización y barbarie. La novela Esperando a los bárbaros, de J.M. Coetzee, es una metáfora de esa realidad en la que los bárbaros de adentro esperan a los bárbaros de afuera, porque todo lo que esté fuera del radio de acción de la mirada aprobatoria será inevitablemente peligroso. Y no necesariamente identificable, sin aceptar y entender que toda exclusión de lo diferente es un acto de barbarie. La sensatez no vendrá de la Inteligencia Artificial, tampoco la compasión y el amor, el deseo y la indignación, la solidaridad y la gentileza, mucho menos la poesía y el misterio. Aún resuena el discurso del Jefe de Estado de Israel en los Estados Unidos, donde se aprestan a elegir Presidente. Cuando suenan los trumpistas es porque su líder ha amenazado que si él no triunfa comenzará la Cuarta Guerra Mundial. La sentencia nos hace suponer que él está dispuesto a cortar de raíz lo que impide el avance de la civilización. Es decir, todo aquello que a los ojos de Occidente y de sus árbitros tenga un tufo de barbarie.
Mientras tanto, la Francia de Macron se deleita poniendo en modo rosa los aros olímpicos y los conceptos de Libertad, Igualdad, Fraternidad nos suenan huecos, como venidos de una inteligencia poco humana que canta y baila con tonos pastel a los deportistas del mundo. La Otra aparece en un tiempo en el que la percepción del tiempo y del espacio demanda nuevas maneras de nombrar la realidad, en el que la poesía debe explorar las zonas más salvajes, más bárbaras del lenguaje para dialogar con las formas tecnológicas del sueño que nos den una clara noción de eso que llamamos Civilización y que ha dejado un rastro onumental de odio y destrucción de sus propias obras, de su propia especie.

José Ángel Leyva