A través de la frontera:
Doce poemas de Yehuda Amijái y Mahmud Darwish
Por Alberto Paredes

Doce poemas de Yehuda Amijái y Mahmud Darwish
(con pilón)

El 22 de septiembre de 1948 la Liga Árabe declaró la creación de un gobierno árabe de Palestina en la Banda de Gaza, entonces ocupada por Egipto. Es el actual fundamento geopolítico de la frontera que separa al Estado de Israel de la nación palestina. Frontera que enfrenta con violencia armada e ideologías frecuentemente intransigentes a dos pueblos semitas, pues ambos provienen de ese tronco común milenario. Debido a sus antecedentes históricos, esas dos comunidades vecinas y monoteístas, pródigas en cultura y tradiciones, podrían orientar su convivencia en beneficio de un diálogo fértil y equitativo. La paz y la concordia –al menos bajo la forma de tregua auténticamente respetada– son interregnos, ilusiones que nunca tardan en desmoronarse debido a renovados derramamientos de sangre, cobrando víctimas civiles en ambos bandos.
Sucedió nuevamente el 7 de octubre de 2023, cuando el grupo Hamás inició una ofensiva que no deslinda entre objetivos militares y estratégicos y, por el otro lado, focos civiles. La reacción de la poderosa armada israelí fue inmediata. ¿Cuántas víctimas civiles arrojan las estadísticas a la fecha actual? ¿Cuántos jóvenes reclutados y adiestrados apresuradamente?; ¿cuántas escuelas vueltas refugio y hospitales?, ¿cuántos centros de socorro bombardeados, en ambos lados de la Franja de Gaza? El sueño de paz y convivencia justa para todos vuelve a desvanecerse en polvo, humareda y escombros, en cuerpos mutilados y en una emigración masiva de urgencia.
Un año después, el conflicto se ha recrudecido y ampliado, Israel ha iniciado acciones bélicas contra el movimiento Hezbollah, con la consecuencia inmediata de extender el estado de guerra y emergencia al Líbano, en la frontera norte de Israel. La realidad actual es el enfrentamiento entre tres facciones intransigentes en sendos Estados limítrofes, provocando innumerables víctimas civiles y destrozos incalculables al tejido urbano. Hamás no representa al pueblo palestino; el ejército israelí no corresponde a la sabiduría y humanismo del Pueblo del Libro; la ideología beligerante de Hezbollah no cuenta con unanimidad entre la población libanesa y ciertamente no encarna los mejores valores de esa nación. Están siendo desoídos los valores espirituales atesorados en la Biblia y el Corán – libros más sabios y humanísticos de lo que los vuelven sus apóstoles y predicadores desbordantes de ira y embebidos de ortodoxias intransigentes.
En consecuencia, que los libros sigan dialogando, a pesar de todo y por todo. Tanto los sagrados como los profanos, pues la nobleza de espíritu no conoce barreras y se empeña en persistir a pesar de la metralla, los drones y los misiles. Acudamos a los mejores. Ambos honrarían la lista del Premio Nóbel.
Yehuda Amijái (1924-2000) es una de las grandes voces del siglo XX. Pertenece a la generación del medio siglo, escritores que se atrevieron a despojarse de una lengua hebrea “literaria” que el paso del tiempo había vuelto rígida y excesivamente formal. Esa nueva generación se aventuró a escribir en la lengua de la gente y de cara a los retos de su momento histórico. Los meros títulos de Amijái revelan la intención de encontrar el punto de flexión entre contemporaneidad y permanencia. Desde su primer volumen, Ahora y otros días, hasta Abierto cerrado abierto (1955 y 1998, respectivamente), logró ser uno de los más altos exponentes de las letras hebreas modernas. En él renace el lirismo hebreo como recipiente de las experiencias comunes a todos los humanos.
Mahmud Darwish (1941, que Alá ilumine y mantenga entre su pueblo por muchos años) nació dos décadas después. Ha logrado que su poesía testimonie la violencia que el pueblo palestino ha sufrido a lo largo de la segunda mitad del siglo, pero sin ahogar su poesía en la desgarradura. Su voz reivindica los valores espirituales, calando más hondo que la rabia o desesperación. Los especialistas informan que él también se desentendió de un bagaje retórico anquilosado; cuando se quiere (o debe) escribir poesía, no hay otra vía. Congratula a los lectores de nuestra lengua, tan forastera en esas latitudes, y no particularmente socorrida por editoriales y traductores, que Darwish señale invariablemente entre sus poetas favoritos a García Lorca y Neruda. Lo mismo que a Osip Mandelstam por lo que respecta al aliento elegíaco y a Constatin Kavafy, por la sutil melancolía sobre la ciudad natal. No sorprenda que una de sus obras en prosa, de hecho reunión de entrevistas concedidas, se titule con serena provocación Palestina como metáfora (empezó a divulgarse en 1997, a partir de la versión en francés).
Gracias a la tenaz vitalidad de la poesía, quienes vivimos lejos de zonas tan explosivas como la Banda de Gaza, comprendemos sus experiencias y reconocemos a ambos pueblos, el israelí y el palestino, el hebreo y el musulmán, como prójimo. A ello ha contribuido el tenaz recurso de traducciones esmeradas y de versiones indirectas como la presente; es así que el resto de seres humanos podemos sentir cómo vibra al unísono el lirismo de estos dos grandes poetas, desconociendo barreras, sobrevolando y campeando una de las más sangrientas fronteras fronteras de nuestro tiempo.
Una palabra sobre esta versión indirecta. He seguido lo mejor que me ha sido posible las (escasas) diferentes traducciones que me he allegado. Espero no haber opacado la fuerza expresiva de los poetas. Por lo que traslucen las traducciones, ambos prosiguen una tradición de versos amplios, que oscilan entre lo lírico y lo narrativo, consiguiendo intenso dramatismo en el golpe de una página. En principio, Amijái parece inclinarse por la concisión, tanto de imágenes, como de línea versal y dimensión del poema; Darwish se muestra más holgado, seguramente heredero de una milenaria tradición de versículos susceptibles de incorporar materiales y matices diferentes conforme el poema avanza. Es inevitable que el traductor, y no ya digamos quien se aventura en versiones indirectas, busque su propio ritmo, lo que significa procurar su propia respiración y extensión. A este dilema básico de extensión-contención se añade el que aquellas dos lenguas, el hebreo y el árabe más concisas que el español. De suyo, el vocabulario y la sintaxis hispánicas tienden a una holgura que puede ser excesiva.
En ambos casos, pero particularmente sobre el poeta palestino, asumiendo que éstas son versiones indirectas y no traducción desde las lenguas originales, he incurrido con cierta frecuencia en más cambios y cortes de línea que las versiones de que parto; la razón es que he intuido un dramatismo potencial que intento enfatizar con hiatos y encabalgamientos así como con un contraste entre líneas amplias seguidas de otras más parcas. En consecuencia, en varias ocasiones he desdoblado un solo verso en varios. El anhelo de esta estrategia es imaginar la belleza de los poemas originales.
Espero que el lector encuentre cadencia y ritmo en mi atrevimiento. Lo importante es acercanos a la poesía, comprender a los pueblos desde su poesía. La poesía como la facultad humana de glosar con palabras lo mejor del hombre, al tiempo que da testimonio de lo más torturado que padecen las comunidades en tiempos de guerra. Digamos –parafraseando libremente a Faulkner en 1950 y a García Márquez en 1982– que la poesía es la evidencia de que la nobleza del hombre sabe resistir.
Al final de esta pequeña muestra, vemos cómo un hombre, que es cualquiera y es todos, sigue su camino, mochila a la espalda. – Como todos, viajamos, dice el otro poeta. Siempre al borde de la tierra prometida, donde al fin habrá paz1

*

I. Yehuda Amijái
Un pastor árabe…

Un pastor árabe está buscando su cabrito en el Monte Sion,
en la montaña opuesta estoy buscando
a mi hijo.
Un pastor árabe y un padre judío
ambos en su momentánea congoja.
Nuestras voces se encuentran sobre la Piscina del Sultán2,
ahí, en el valle entre nosotros. Ninguno de los dos queremos
que el niño o el cabrito …
… quede atrapado por la terrible maquinaria
del Jad Gadiá3.

Más tarde los encontramos entre los arbustos,
nuestras voces volvieron a nuestros pechos,
riendo y llorando.

Buscar un cabrito o un hijo
ha sido siempre el inicio
de una nueva religión
en estas montañas.

I. Mahmud Darwish
Dormían en la ladera, más alta que el mar…

Dormían en la ladera, más alta que el mar,
más alta que los cipreses.
El cielo metálico borraba sus recuerdos,
la paloma se alejaba volando
hacia donde apuntaban sus índices,
al este de sus cuerpos desgarrados.
¿Acaso no tenían el derecho de arrojar
la albahaca4 de sus nombres hacia la luna en el agua?

Dormían en el espacio ilimitado,
en una cuneta donde la palabra se vuelve piedra.
Duermen en una piedra tallada con los huesos de sus fénix.
Nuestro corazón puede celebrar su banquete en cualquier tiempo.
Nuestro corazón puede hurtar un lugar para que las palomas vuelvan a la cantera.
Hermano que duermes conmigo, en el fondo de la tierra: ¡la paz sea contigo!
La paz.

II. Yehuda Amijái
Lluvia en tierra extraña…

La lluvia en tierra ajena y el viaje
de dos que sólo comparten
el recuerdo de viajar bajo la lluvia.
Tú también perteneces a otro verano,
también eres la desnudez de la tierra,
yerba seca en el pelo,
jugos pegoteados en el muslo caliente,
unción de silencio en la ceja
y en la cuenca de los ojos
el olor de tierra sedienta…

una gran pena se instala,
la cabeza escurriendo en el hombro, donde
tú también sueñas,
sin sentido sueñas.

Pero ahora llueve en tierra extraña
y un viaje de dos
que sólo tienen
el recuerdo de una jornada bajo la lluvia.

II. Mahmud Darwish
Me afanaré en este camino…

Me afanaré en esta carretera sin fin hasta su extremo.
Hasta que se pare mi corazón, me empeñaré en este camino incesante,
nada que perder sino el polvo, lo que en mí ha muerto,
y una hilera de palmeras
señalando hacia lo que se desvanece.
Atravesaré la hilera de palmeras.
La herida no necesita de ningún poeta
para pintar como una granada la sangre de la muerte.
Y para poner una marca, cortaré treinta aberturas
en el techo de los relinchos; podrás terminar un sendero
y comenzar el que sigue.
Sea que esta tierra tenga límite o no, nos afanaremos en la carretera sin fin.
Más tensa que un arco. Nuestros pasos, flechas.
¿Dónde estábamos hace un momento?
¿Encontraremos pronto la primera flecha?
El viento girando nos arremolinó.
Y entonces, ¿qué dices?

Digo que me afanaré en esta carretera sin fin hasta su final y el mío.

 

III. Yehuda Amijái
No sé si la historia vuelve5

No sé si la historia vuelve
pero sé que tú no.

Recuerdo a la ciudad dividida
no sólo entre judíos y árabes
sino entre tú y yo
cuando juntos estábamos ahí.

Con los peligros nos hicimos un refugio
y construimos una casa con la guerra mortal,
como la gente del norte lejano
que fabrica un refugio, un hogar acogedor
con el hielo que mata.

Nuevamente la ciudad ha sido unificada,
pero no estamos juntos en ella.

Ahora sé
que la historia no regresa
así como siempre he sabido… que tú tampoco.

III. Mahmud Darwish
El forastero se encuentra en el forastero

Somos dos que se convierten en uno.
No tenemos nombre, mujer desconocida6,
cuando el forastero se encuentra a sí mismo en el extranjero.
Lo que permanece del jardín a nuestras espaldas es la fuerza de la sombra.
Muestra lo que quieras de tu tierra nocturna, oculta lo que quieras.
Vinimos presurosos de dos lugares en el crepúsculo.
Juntos buscamos nuestros domicilios.
Paloma gregaria7, sigue tu sombra, al este del Cantar de los cantares,
encontrarás una estrella postrada en su propia muerte,
sube una colina desierta,
encontrarás mi ayer cerrando el círculo con mi mañana.
Encontrarás el lugar en que estuvimos y aquel en el que juntos estaremos.

Forastero, somos dos que se transforman en uno.
Viaja al mar, al oeste de tu libro, sumérgete ligero
como si cabalgaras dos olas nacientes,
encontrarás un matorral de algas y un verde cielo líquido.
Zambúllete tan ligero como si fueras nada en la nada.
Y nos encontrarás juntos.

Somos dos que se funden en uno.
Tenemos que descubrir cómo llegamos aquí, mujer extraña.
Dos sombras abriéndose, cerrándose
sobre lo que fueran nuestros cuerpos.
Un cuerpo apareciendo y desapareciendo en un cuerpo que desaparece
en la confusión de la dualidad sin fin.
Debemos volver a ser dos,
para poder abrazarnos mutuamente.
Cuando el forastero se encuentra en la extranjera…
carecemos de nombre, mujer extraña.

IV. Yehuda Amijái
Hombre eres y al hombre volverás

En la guerra, la muerte comienza
cuando un hombre solo
baja la escalera,
un muchacho.

La muerte comienza en la guerra
con el silencioso cerrarse de una puerta;
en la guerra, la muerte comienza
cuando se abre la ventana para ver.

Llora no por quien parte,
llora por aquel que baja la escalera del hogar,
por aquel que guarda la llave
en el último bolsillo.
Llora por la foto que en nuestro lugar recuerda,
llora por el papel que recuerda,
por las lágrimas que no recuerdan.

Y en esta primavera,
¿quién que se levantará y dirá al polvo:
hombre eres y al hombre volverás?

IV. Mahmud Darwish
El baniano perenne8 (fragmento)

– ¿A dónde me llevas, padre?
– Hacia donde sopla el viento, hijo.

Conforme deja atrás las llanuras
donde los soldados de Napoleón
erigieron una colina para otear las sombras
de la antigua muralla de Acre9 un padre dice a su hijo: No temas.
No tengas miedo del zumbido de las balas.
Sujétate del suelo con fuerza.
Te salvarás y subiremos la montaña al norte
y volveremos
cuando los soldados regresen con sus familias, en sus tierras lejanas.

– Padre, ¿quién habitará la casa después de nosotros?
– Se va a quedar así.

Palpó sus llaves como haría con los muslos, su mente estaba tranquila.
Dijo, mientras cruzaba una cerca de espinas:
Recuerda, hijo mío. Aquí en las espinas de estos cactos,
los ingleses crucificaron a tu padre durante dos noches,
pero nunca confesó nada.
Vas a crecer, hijo,
y hablarás a quienes hereden los rifles
del legado de nuestra sangre en su hierro.
[…]
Hijo mío, mañana deberás recordar.
Recuerda la fortaleza de los cruzados10
carcomida por las yerbas de abril,
cuando los soldados se retiraron.

V. Yehuda Amijái
Se acerca el otoño y el recuerdo de mis padres.

Se acerca el otoño. Maduran los últimos frutos,
gente marchando por caminos que no conocían.
Las viejas casas empiezan a olvidarse de sus moradores.
Con los años, los árboles oscurecen y la gente empalidece.
Vendrán las lluvias. Será fresco el olor del moho,
alegrará al corazón como los capullos en primavera.

Cuentan que ahora, en los países del norte,
casi todas las hojas persisten en los árboles.
Aquí, decimos nosotros,
la mayoría de las palabras sigue prendida a la gente.
El otoño desprende otras cosas aquí.

Se acerca el otoño. Es el tiempo
para recordar a mis padres.
Los recuerdo como a mis juguetes de infancia,
dando vueltas, zumbando suavemente,
sacudiendo un brazo, meneando la cabeza,
llevando el ritmo lentamente,
el resorte en el vientre y la llave a la espalda.
De pronto se detienen, a medio movimiento,
eternizando el último gesto.

Es así que recuerdo a mis padres
así es como recuerdo
sus palabras.

V. Mahmud Darwish
Tenemos derecho a amar el otoño

También nosotros tenemos derecho a amar los últimos días del otoño
y preguntar: ¿Hay lugar en el campo para un nuevo otoño,
de modo que podamos postrarnos como lascas de carbón?
Un otoño que marchita sus hojas dorándolas.
¡Si tan sólo fuésemos hojas de higuera, o plantas silvestres de la pradera,
para poder mirar el paso de las estaciones!
Si tan sólo nunca nos despidiésemos de lo fundamental
cuando cuestionábamos a nuestros padres cuando huían a punta de cuchillo!
¡Que el nombre de Alá y la poesía tengan piedad de nosotros!
Tenemos el derecho de calentar la noche de las mujeres bellas,
y hablar de lo que puede hacer breve la noche de dos extranjeros
esperando a que el Norte encuentre la brújula.
Es el otoño. Tenemos derecho a oler las fragancias del otoño
y pedirle un sueño a la noche.
¿Será que los sueños, al igual que los soñadores, se enferman?
Otoño. Otoño.
¿Puede un pueblo nacer en la guillotina?
Tenemos el derecho a morir como se nos antoje.
¡Que la tierra pueda esconderse en una espiga de trigo!

VI. Yehuda Amijái
Hombre con mochila

Un hombre con mochila, en el mercado. Hermano,
como tú, soy un hombre–burro, un hombre–camello,
un hombre–ángel; soy tu semejante.
Libres nuestros brazos, cual alas.
Comparados con nosotros, todos los que cargan canastos pesados
son esclavos de esclavos forzados y reducidos.

Trocamos monedas por verduras frescas
y para olvidar nuestras vidas
compramos frutas y su memoria, memoria de campos y jardines,
recuerdo del olor de la tierra y del zumbido de las abejas en un día de calor.

Vimos a una mujer en su vestido de verano
frente a un amor, grande y pesado,
que definirá su vida. Ella no lo sabe aún,
pero nosotros sí. A la espalda,
cargamos el fruto del árbol de conocimiento.

Hombre con mochila, ¿dónde vives?
Soy tu semejante, vivimos en las lontananzas
entre el castigo y la recompensa.
¿Cómo vives? ¿Cómo duermes a la noche?,
¿qué sueñas? La gente que amas,
¿vive donde siempre ha estado?

Nuestras mochilas son como paracaídas doblados
a la espalda, de noche se despliegan
para que saltemos, suspendidos
en la fragancia de recuerdo y olvido.

VI. Mahmud Darwish
Como todos, viajamos

Viajamos como todos, pero no volvemos a nada.
Como si viajar fuese un sendero de nubes.
Enterramos a los nuestros en la sombra de nubes y entre raíces de árboles.
Decimos a nuestras esposas: Dad a luz por cientos de años, así que
/ podamos culminar este viaje
al borde de una hora de un país, ¡a un metro de lo imposible!
Viajamos en el carruaje de los Salmos, dormimos en las tiendas de los profetas, y renacemos en la lengua de los gitanos.
Medimos el espacio con el pico de la abubilla11,
cantamos para que la distancia se olvide de nosotros.
Purificamos el rayo de luna. Vuestro viaje es largo, soñad con siete mujeres,
para soportar tan larga jornada sobre los hombros.
Sacudid para ellos los troncos de las palmas.
Conocéis los nombres y cuál de ellos dará a luz al Hijo de Galilea.
Nuestro es un país de palabras: hablemos, hablemos.
Dejadme reposar mi camino contra una roca.
Nuestro es un país de palabras: hablemos, hablemos.
Permitidme ver un final de este viaje.

 

ENVÍO Y PILÓN
Alberto Paredes. Otros dos poetas en México o donde sea

Amijái evoca con ternura
a Claudia y su mirada
de ventanas abiertas al mar
y la cabellera de Verónica
(siempre le irá bien la cabellera a ese nombre)
en el exacto lugar de la frente
donde el golpe de piolet
segó la vida del bisabuelo.

Yo nunca estuve ante las pupilas del poeta
cuando viajó a estas tierras
y miró el cielo del altiplano
en aquel entonces de otro siglo
no obstante sus versos acompañan
algunas de mis tardes de recogimiento
semejan la mirada de un rabino
sabio en encontrar las palabras ordinarias
de la gente entre la gente
para recordar a quien sepa oír
que el hombre puede ser bello y sagrado
Shalom!

Tampoco he estado en el camino
de Darwish para oírlo hablar
del extraño privilegio de su pueblo
por haber nacido en aquel paraíso
cuyo don es el éxodo de sus hijos
y su noche anterior al tiempo
que sabemos contar
innumerables los albergues de una jornada
que los alejan
del oasis perdido.

Es por eso que sus poemas
vuelven a ser fábulas árabes
en la gélida noche del desierto
caravanas cuya marcha
no conoce fin
cargando el país en la mochila
entre costras de sangre
y bajo las sombras de la intemperie
como en la fatídica noche
en que cayeron los muros de Troya
bajo un huracán de rapiña y fuego
mirémoslos marchar una vez más
oscuros entre las sombras.

Pero a ambos podría decir
“También mis pasos me llevaron
a los espejismos en la plaza del Ghetto
el primero de ellos
en aquella suntuosa isla
que el hombre le arrancó al lodo
a fuerza de millares de pilotes
ciudad magnífica y soez a un tiempo
orgullo de sus hijos
laberinto y encierro para el pueblo milenario.

”Y sé lo que es encontrar
a Damasco en Damasco
eterna y sofocada
por el trajín y regateos del zoco
mas siempre será posible aventurarse
más adentro y hacia la luz
allá al fondo la mezquita Omeya
que en su centro atesora el cuerpo
(todos lo creemos así)
del más humilde e incomprendido de los profetas
a quien su locura bullente de visiones
provocó la sentencia del silencio
cercenándole la cabeza
que nunca fue de este mundo
Salam!”

Estas líneas son mis pisadas descalzas
atreviéndose entre los templos las calles y los días
las rutas y carreteras
de ustedes criaturas del exilio perenne
por quienes el blanco de la página
es la imposible bandera de paz
ondulando
ondulando
ondulando.

Salam! Shalom! Shalom! Salam!

(Coyoacán, 7/X/24.)

Nota bibliográfica.

Afortunadamente, parte significativa de la obra de ambos poetas existe en español, Amijái ha contado con el sensible trabajo de Claudia Kerik y de Raquel García Lozano; Darwish, sobre todo, el sostenido esfuerzo de dos traductoras-difusoras: Luz Gómez y María Luisa Prieto. Con esas versiones a la mano, me baso particularmente en tres amplias compilaciones en inglés; labor indirecta la mía, para imaginar la profunda sensibilidad de estos poetas:

  • The Poetry of Yehuda Amichai; Robert Alter, editor, múltiples traductores que incluyen a Glenda Abramson, Assia Gutman, Ted Hughes y otros. Farrar, Straus and Giroux, New York, 2015.
  • Yehuda Amichai: A Life of Poetry, 1948-1994. Benjamin and Barbara Harshav, selection and translation. Harper Perennial, New York, 1995.
  • Selected Poems of Mahmoud Darwish; traductores y editores: Munir Akash y Carolyn Forché. University of California Press, 2003.
  1. El lector interesado puede hacer dialogar lo que aquí se expone con el excelente trabajo de Álvaro Ruiz Rodilla, prolijo en información puntual y en comentarios pertinentes: “Poesía y barbarie: 1. Yehuda Amijái, el campo de las matanzas eternas. / 2. Mahmud Darwish, canciones para dos extranjeros.” Nexos.com 17 y 21 de octubre de 2023.
    https://cultura.nexos.com.mx/poesia-y-barbarie-1-yehuda-amijai-el-campo-de-las-matanzas-eternas/ |
    https://cultura.nexos.com.mx/poesia-y-barbarie-2-mahmud-darwish-canciones-para-dos-extranjeros/
  2. La Piscina del Sultán nos envía a textos milenarios, a las Mil y una noches y el Antiguo Testamento. Es una reserva de agua que al menos desde el siglo VI a.C. proporciona agua dulce a Jerusalén. La cuenca se sitúa al oeste del Monte Sion. Seca en el candente verano de esos desiertos, en tiempos modernos (cuando hay paz) se celebran conciertos multitudinarios donde se han presentado figuras como Leonard Cohen, Eric Clapton, Jethro Tull, Bob Dylan, Dire Straits, Eurythmics….
  3. Jad o Had o Shad Gadiá: antiquísima cancioncilla acumulativa para niños, cargada de humor macabro. Su origen es arameo y hebreo por igual. Una versión sefarad: “Un cabretico / que me mercó mi padre / por dos susí. / Y vino el gato / que comió al cabretico / que me mercó mi padre / por dos susí. / Y vino el perro / y mordió al gato / que comió al cabretico / por dos susí.” Etc.
  4. El Ocimum basilicum es una hierba aromática de milenaria antigüedad que provendrá de la India; además de sazonar los platillos, se le atribuyen virtudes medicinales que los griegos heredaron del Extremo Oriente y del Ayurveda. Se le utilizaba en diversas ceremonias religiosas creyéndose que por su carácter sagrado abre a las almas las puertas del cielo.
  5. Informa Claudia Kerik que el tópico involucrado por esta frase sobre si la historia vuelve (o se repite) es una alusión a una de “las históricas canciones del Palmaj”, es decir relacionadas con la Guerra de Independencia de Israel, que estalló a raíz de la Declaración de Independencia de dicho Estado (14/V/1948). En ese caso, he identificado una arenga de batalla firmada por Gilad Zerubavel y David Zehavi (respectivamente, letra y música,). Se trata de un himno dirigido a los jóvenes miembros del palmach: brigadas de élite, surgidas en mayo de 1941. En sus años juveniles el poeta Amijái habrá sido miembro de esta organización armada. Más tarde, durante la IIª Guerra Mundial, se alistó voluntariamente en la Armada Inglesa. ¿En qué medida las guerras y todo tipo de acción bélica son fenómenos complejos y contradictorios que reúnen y separan a la gente?, es decir, por un lado “cierran filas” apelando a “los suyos” escindiéndolos de aquellos otros calificados como enemigos o al menos forasteros absolutos… quienes a su vez se reúnen en el bando contrario, o se amasijan en oleadas de migración forzada. “No sé si la historia vuelve”, pero las masacres, destrucciones y migraciones masivas parecen no dar un respiro a la historia humana.
  6. La mujer desconocida bien puede ser un nuevo homenaje a la “Rita” de su poesía (la judía Tamar Ben-Amí), una de las relaciones amorosas más importantes en la vida del poeta, junto con sus dos esposas sucesivas (una escritora siria y una traductora egipcia).
  7. De hecho, el poeta se estará refiriendo específicamente a un tipo de ave, frecuente en la región del Sahara, el Pterocles, que en español se denomina ganga. Ese nombre enrarecería el tono, por lo que se opta por la voz universal de paloma, presente en el libro bíblico mencionado en el mismo pasaje.
    En la Península Ibérica se registra la Pterocles alchata, cuya estampa y garbo recuerdan al faisán. De modo que las denominaciones amplias y coloquiales de faisán, paloma o pichón pueden convenir tanto como ganga, aun si se apartan del rigor ornitológico.
  8. Leo en inglés Indian Fig, lo que abre el espectro de los nombres comunes. Por un lado corresponde al baniano (Ficus benghalensis o Ficus indica), pero también a una serie de cactáceas provistas de espinas, tal como la Opuntia ficus-indica. Quizás podemos tener ambas especies en mente mientras leemos el poema del padre y el hijo que abandonan el hogar.
  9. Acre es una ciudad portuaria del Distrito Norte de Israel. Su historia es convulsa. Fue sitiada por el ejército napoleónico entre marzo y mayo de 1799, pero sin éxito, dado que las fuerzas turcas que entonces la controlaban lograron resistir, auxiliadas por el contingente británico marino de Sir Sidney Smith. De ahí también, como de la campaña rusa de 1812, el ejército francés, humillado, tuvo que retirarse.
  10. Una vez más –es decir, una vez antes– Acre había sido sitiada, ello sucedió en la Iª Cruzada; el Primer Reino (cristiano) de Jerusalén duró de 1104 a 1187. Posteriormente, fue posesión islámica en tiempos de los mamelucos (c. 1291-1517); en la actualidad, recordemos, pertenece al Estado de Israel.
  11. Páginas enteras se pueden llenar con el simbolismo de la Upupa epos; hoopoe, en inglés, y abubilla en español; muy presente a lo largo y ancho de la cuenca del Mediterráneo, incluye subespecies endémicas y otras migratorias. Tanto su nombre científico y sus denominaciones populares en muchas lenguas son onomatopéyicos. Reverenciada por egipcios y por la civilización minoica, el Antiguo Testamento la incluye entre los animales impuros. Sea conveniente anotar, para efectos de este poema, que el Islam la vincula al Rey Salomón (Suleyman). Es ella quien lo ilustra sobre la Reyna de Saba, de tanta importancia en los libros bíblicos.
    De Ovidio a la Edad Media, la abubilla confirma su función de heraldo del amor. Bajo su majestuoso copete de marrones plumas coloridas, el pico es un largo garfio disparado hacia el frente. Darwish ha simbolizado, entonces, al pueblo palestino condenado a eterna migración, midiendo el camino con el largo pico de la avecilla, ritmando los pasos al ronco, casi nunca estruendoso, son de up-up-up. Avance empeñoso y milimétrico a la vez, que probablemente cesará al borde de una tierra prometida, como Moisés, cuando expiró su último aliento. La abubilla no es proclive a formar grandes parvadas. Su desplazamiento es un solitario y mínimo viaje a través de extensiones abiertas. Up-up-up. En el verso inmediatamente anterior, ha sido convocada otra comunidad, celebrada por su tradición musical: ¡que los Salmos renazcan en un canto gitano!