Hago una casa para el grito que no oímos.
La casa para el grito que no oímos se parece a un pañuelo
y tiene hilos que lloran por sus bisagras.
Aquí la luz se arrepiente de ser luz.
Aquí no llegan los mensajeros de la aguja
que hila pus de tierra con pus de sueños.
Sacudir palomas en las membranas de la misericordia,
eso hacen los niños de polvo que escriben amor con letras rotas
sobre la espalda de los que tartamudean madres.
¿Cuál es el grito que no oímos? ¿Cómo suena en la noche el grito que no oímos?
¿Quién alza la camisa del sol
para que despertemos del país de las viudas bisiestas?
Zumba la dormidera de occidente, zumba en la ceguera del agua.
Estancada la sed no nos reconoce hijos de una kufiya mojada.
Hay un aquí en mi estómago y todos los países duermen.
Palestina lleva una placenta sin vientre,
lleva un pájaro sin cielo,
lleva una hermandad sin hermanos.
¿Cuál es el grito que no oímos?
Al cielo le duele un aquí en todo su azul.
Le duele un nosotros en todo el verbo tierra.
Tierra es un verbo que conjuga con sandalias,
tierra es un verbo que se descalza.
Palestina, tú oyes el grito que no oímos.
Supura silencio la virgen del barro,
supura invierno el paraíso.
Manzanas muerden culebras, culebras roen baladas.
Tela de vencejos en las lágrimas.
Palestina, ¿por qué tu eternidad rima con espina?
La puerta de la casa del grito que no oímos se tambalea,
el grito la cierra para no escuchar nuestro silencio.
Josefina Aguilar Recuenco (Almería, 1971). Profesora, poeta, fotógrafa. Leonora dentro (Premio Leonor de Poesía 2023), Aubade, 2023, Papá, Hiroshima no me deja dormir, 2022, Overbooking en el Paraíso, 2016.