*
I
Ella me despelleja con la mirada.
Una noche atravesó la bruma sobre el río,
y allí creo que cogió la niebla que heredaron sus crías.
Quiere entregarme esa espina de hielo atorada
en su garganta; ¿esa espina es real?,
¿esa espina es el secreto que motivó
nuestras migraciones?
Me hice la mujer de la vista gorda,
leí, me fui
y evité ahogarme,
¡perdón a la tribu!
¿Enseñarle a leer,
ir a la escuela o a la fiesta con ella
hubiera evitado su sufrimiento?
Las hojas secas
de la carencia cubren a la comunidad
débil como un bicho enfermo.
Yo había dicho:
te compraré unas piernas nuevas,
pero el arte no alcanzó para tanto,
a duras penas algunos poemas míos llegaron a ser
zapatos rojos resistentes para bailar sobre fango.
Ella lanzó al sol la pelota con la que jugábamos,
y yo mandé al lenguaje a buscar,
porque el lenguaje no se calcina…
Perdón, por someterlo a ver la quema de la inocencia.
Perdón, por profanar y romper el horizonte.
II
Cuando se cansan de mirarse a los ojos,
las dos palomas se hieren, buscan la salida
en la jaula de espejos.
¿Ese secreto que guardan es el mismo
que me ha hecho despertar con gritos
todas las noches de mi vida?
* *
I
Niños van con pólvora blanca en sus caras…
Cuervos ocupan sus casas,
sobre la mesa, cuadernos con tareas
sin hacer tapan la cena que se fermenta…
Van madres a cerrar por última vez los ojos de sus hijos.
Voluntarios escarban entre escombros y sacan al oso,
con las ilusiones de su dueño
convertidas en sangre que chorrea
sobre las orejas sordas de trapo.
Van niños tatuados a mirarse en los espejos de humo.
El padre viene a leer el sagrado nombre del hijo en la
paloma desfigurada,
—¡ahora menos me iré! —
grita, y su furia saca los clavos
en las rodillas de su país.
Van niños… se amontonan, como en un cuadro de
Akmal, para ver el cielo gris y sucio;
¿qué vendrá ahora?
—¿Qué vendrá ahora? —responden los espectadores,
como moscas pegadas a una miel venenosa,
los ven caer con la cabeza arriba
como pájaros del cielo,
los ven subir con la cabeza abajo
como pájaros del cielo.
II
¿La imaginación puede servir para construir la paz?,
¿para traer la calma a los huesos inflamados,
a los oídos psicóticos?
Pinto a personas que caminan
por extensos cultivos de aceitunas, olivos y fresas…
Tengo paciencia suficiente para detallar las hojas
y pegarlas a ramas secas o troncos cercenados,
todas las veces que sea necesario,
todos los clavos que sean necesarios…
Escribo:
Se vienen soles espléndidos,
Se vienen soles espléndidos,
Se vienen soles espléndidos,
pero no hay un solo resucitado en Gaza.
En el fondo de todo esto, quiero decir:
los derechos son pavo
desplumado, asado
y servido por los cuervos del ocaso para la cena del ocupante.
* * *
En la tele entrevistan a un hombre,
dice que vio cosas extrañas en la frontera:
Vi niños, pero no son los niños que estamos acostumbrados a
ver… estos son blancos de ojos azules. Esa es la diferencia.
Los niños que el mundo se acostumbró a ver
son hijos de mis ancestros,
mis hermanos, mis sobrinos, mis vecinos,
mis paisanos… soy yo misma;
todos paridos de la misma perra negra,
pasando puentes embarrados con aceite
que en la etiqueta dice:
La compasión ha de ser exquisita y selectiva.
Son nuestros nativos, heridos
por hondas y peladores made in Desarrollo
para gente de color y con plumas.
Detrás de las ventanas, los marchantes por la vida sacan la
lengua:
Esos hombrecitos y mujercitas son casitas de chocolates, probemos.
Son cachorritos buenos para encontrar los caminos al oro,
engordémosles.
Para esos pájaros vagos, lampiños, se acabó el chocolate
caliente
y no hay cupos en los albergues
de los países fríos,
a los que pertenecen
el señor y los niños blancos de ojos azules.
****
Todo jugar es un ser jugado.
GADAMER
Olvido y me devuelvo a las sombras para reparar infancias.
¿Jugamos?,
busco a la muñeca que me representa
con alfileres en el pecho,
¿una muñeca tendrá el corazón
para clavar agujas
a otra?
¿quién es la otra rearmada con pedazos
de otra?
Será mejor el juego de los pájaros:
un hombre obsesionado con volar se pone en el filo de la
ventana,
tirita como una pajita, no hay otro movimiento,
se conforma viendo al ave sobre el árbol.
No hay otro movimiento y yo debo adivinar en un poema
cuál de los dos es la mesa de madera a la intemperie.
A propósito ¿conocen la muñeca de pies sembrados en el
desierto?,
yo soy,
y también el espejismo del venado con flechas en las patas;
espulgué su cuero
y toqué campanas para despertar a las ancestras
que vienen con machetes para defendernos.
El que juega se convierte en su juego,
¿o viceversa?
Cuando el pájaro se mueva al cráneo
y pose como un florero
para imitar la invalidez del tronco o de la mesa,
¿qué pasará con la admiración?
El pánico no me deja dormir,
salta en mis costillas,
aumenta el nivel del piso,
agranda mi cabeza.
El c u e r v o apunta su pico a los ojos del espantapájaros
que protege mi jardín psíquico.
La neblina baja a la garganta.
¡Soy el alfiler en las alas del árbol!
Los niños transfiguran los juguetes.
Vengan Eolo, Quetzalcoatl y Oya,
solo quiero volver a casa
*****
El calor asfixiante me obligó a parar en mitad de la loma de
los pollos…
Mientras reposaba en la terraza agrietada me asustó un
hombre que dormía
como un canario pálido en la tranquilidad de una jaula
abierta.
Había algo inerte
en la casa más fresca de camino a la escuela.
Con los años comprendí la diferencia entre un hombre
muerto y un pájaro
que sueña.
******
Soy una escritora negra con cuarto de hotel propio.
Desaproveché la oportunidad como otras veces,
días enteros, de frente a la ventana,
sin poder escribir una palabra.
Volví a ver
al hombre que antes de ser asesinado
devoró su muslo de pollo;
después del atentado, las personas se refugiaron en el cajero
automático,
una joven se esforzó para que no cayeran sus piernas
de la cuerda floja ni su cabeza
en la barra del bar.
Imagino mis huellas como babosas enfermas
pidiendo auxilio debajo del cemento.
La gente dice:
la ciudad y tú lucen espléndidas,
distintas;
pero cuando cierro los ojos me veo presa,
con un bello vestido ajeno,
entre una pila de pescados sobre el mostrador podrido
de la plaza, que sigue siendo la misma.
He escrito para tapar la escena.
La escritura ni el reconocimiento
ni el incomprensible cuarto propio
evitan sentirme como una mojarra
recién pescada
que contempla
la sequía de su río.
*******
Los trapos rojos se abren como atarrayas;
quienes pasen sabrán que bajo la envoltura hay una casa
agonizante, como pez hambriento, dicen los que confían
en la piedad
de los cuervos.
Los foráneos blancos se acercan,
leyeron el periódico de ayer, de ayer, de ayer;
ninguno puede convertir piedras en yuca
ni multiplicar la yuca,
saben retratar pantalones y calcetines
para colgar sus fotos sobre sus palacetes
virtuales;
ellos no necesitan tender trapos rojos
pero creen que los chillidos de la furia de las perras negras
son moda para imitar y lucir
en el norte,
en el centro, en la derecha,
clic, clic, clic;
estamos haciendo parte de un hecho histórico.
Yo no hago parte de nada,
no tengo
casa propia,
cuelgo mis poemas en
pecho, orejas, rodillas y pelos,
como instalando al pájaro escarlata en un árbol sembrado sobre agua.
Nadie pasa,
los poemas no trinan con suficiente potencia,
nadie viene,
ni siquiera el viento a registrar el canturreo angustioso
de una cimarrona ansiosa
de memoria
que se rehúsa a la muerte.
********
¿Solo hubo una mujer encerrada?
Sin hacer ruido puse bolsas sobre mis zapatos
para atravesar el camino fangoso;
lo siento, me quedé con los pies forrados,
cargué a pie, entre las manos huesudas, mi pesado busto.
Un maestro de la imagen dijo:
todo
lo haces pésimo;
y otro, sobre mi lenguaje cimarrón, emitió:
horrible no, horroroso;
así que subí a un segundo piso y tiré
la cabeza;
no era una cabeza,
era un bulto de mariposas de arena negra.
Hice una pésima imitación de Van Gogh;
sin atreverme a cortar mi oreja,
intenté y puse el cuchillo en todas las partes de mi cuerpo,
hasta que ¡zas!,
rasgué la tela de la pintura,
y estoy
intentando salir por la herida.
Afuera está la mujer libre,
detrás del tapiz amarillo.
Del libro HIJAS DE LAS PERRAS NEGRAS. Editorial El Gallo de Oro España. 2024.
Luisa Villa (Copey, Cesar, Colombia, 1979). Docente, poeta, artista visual, performance y gestora cultural afrocaribe. Se crió en un barrio al suroccidente de Barranquilla (Atlántico), llamado la Esmeralda; esos dos lugares han sido fundamentales para construir su conciencia política y social. Licenciada en Artes Visuales por la Universidad Pedagógica Nacional. Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya 2023-Gipuskoa, con el poemario Hijas de las Perras Negras. Ganadora de la Residencia Artística Colombia–México, FONCA (2015), por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los saberes de Colombia. Actualmente es colaboradora y presentadora del proyecto Aproximaciones Afrolatinoamericanas, espacio de discusión sobre historia, literatura, música, arte y activismo afrolatinoamericano. Dirige el Taller Virtual de Poesía RED RELATA del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes y la Biblioteca Nacional de Colombia. Cofundadora y coordinadora, junto al fotógrafo Arturo Rivera Vargas, del colectivo artístico y cultural Jaguar y Venada.
Publicaciones: Dios fue mejor cuando era tigre, edición bilingüe español, Hijas de las Perras Negras, Tratado sobre las brujas, Dios fue mejor cuando era tigre. Incluida en las antologías: Las Mujeres en la Poesía Colombiana, Morir es un país que amabas: Poesía y memoria por nuestros líderes y lideresas sociales, La Bestia Indócil, Luz al Vórtice de las Palabras, Yo vengo a ofrecer mi poema y Prima antología di landai ispanoamericani.