Un trasiego de recuerdos:
Roxana Elvridge-Thomas

Un trasiego de recuerdos en torno a
¿Hubo esta vida o la inventé?, de Félix Suárez

Esta vida que tenemos, que tuvimos, que se amontona en un trasiego de recuerdos, en fragmentos de canciones, en fotografías, aromas, flashazos que no sabemos a ciencia cierta si sucedieron o no, si son producto de nuestra imaginación o de nuestra memoria, que nos acompañan a veces en la vigilia y otras en los momentos de sueño. Esos recuerdos, esos.
De ello y de mucho más nos habla Félix Suárez en ¿Hubo esta vida o la inventé?, su más reciente libro, editado bellamente por Ediciones del Lirio, Ícaro Ediciones y Homérica Editores en abril de este año.
Desde los poemas iniciales, Félix nos recuerda el extraordinario poeta que es. Nos lleva lentamente, con esos pausados ritmos, a internarnos en situaciones cotidianas que llevan al poeta y nos llevan, como lectores, a profundizar en aspectos absolutos e irreductibles: la propia decadencia, la pérdida, la añoranza, el abandono, la destrucción.
De una manera tan sutil, tan experta, como un bisturí que sin que nos demos cuenta nos saca las entrañas. Todo partiendo de alguna anécdota cotidiana, inofensiva.
Todos estos poemas contienen estos elementos y son devastadores: el perro Goliat que devora el libro, las palomas cagando el paredón, las preguntas de la madre, las cosas que nos abandonan sin remedio, sin piedad, el contexto –la música de fondo- de una fotografía que nos acompañará siempre. Pero me gustaría compartir “Desprendimiento”:
Tarde para empezar de nuevo,
cuando lo que se avizora al fondo
-tan cerca ya-
es un frutal desprendimiento,
que inicia siempre con un temblor,
con un suave bamboleo
que anima el viento,
soplando de repente,
justo antes -un segundo antes-
de arrancarnos de la rama.
No solamente se van los objetos, nuestras capacidades, esos momentos. También se van las personas. De entre estos poemas, quisiera destacar la elegancia, la sugerencia, el llevar a cabo aquello que considero una de las obligaciones del verdadero poeta y que dice Paul Valéry: “Para el poeta no se trata nunca de decir llueve, sino de crear la lluvia”. Ese poema es el dedicado a la memoria de Guillermo Fernández y titulado “ED E SUBITO LA SERA”. En este poema, y en muchos otros, podemos observar esos finales portentosos, certeros.
La poesía se Félix ha transitado, a lo largo de su trayectoria, hacia la esencialidad, la limpieza, la sugerencia, los intertextos perfectos, las imágenes pulcras, certeras. Puedo mencionar poemas como “Orestes” o “Tras la puerta” que conjugan todas estas características. O “El padre”.
La segunda parte del libro, “Luz de quirófano” es demoledora. Desde el primer poema, “La Hilandera”, deja sin aliento a quien se acerca él.
Aquí los intertextos tienen resultados maravillosos, son tan íntimos y a la vez tan universales. Y el ritmo, que ha alcanzado altas cimas y lleva al lector a experimentar todo aquello que nombra el poeta desde dentro de su ser, por la melodía que resuena en todo su cuerpo.
Podemos sentir esa melodía en el número 5, “La fiebre”:
Unido al pulso de los pájaros
migratorios,
tu corazón se agita de noche, estremecido,
poseído por algo como un ansia
de pañuelos blanquísimos
secándose en el aire;
por una ganas infinitas,
insaciables,
de echarse a volar.
Y no puedo dejar de mencionar uno de mis favoritos, el 13, “Azul Capri”, tan evocador, tan sensorial, tan irónico, tan perfecto:
En la caverna azul de Capri,
vi las aguas teñidas por el cielo:
una insondable luminaria
que lo azulaba todo
y nos dejaba sin aliento:
Es Dios, es Dios, me repetía en mi asombro.
Y era Dios sin duda alguna,
Dios mismo, ebrio de sí.
Derramado y azul sobre nuestras cabezas.

Y oí a los lancheros cantar, a voz en cuello,
O sole mio,
mientras remaban sin descanso,
para las hordas tristes de turistas.

Este poemario pasará ahora a formar parte de nuestro particular repertorio de memorias dichosas. Y dejará sentir en una imagen, en una melodía, tal vez en un vago recuerdo dentro de muchos años que nos haga dudar si lo leímos o lo vivimos.
Gracias por alimentarnos el alma, querido Félix.