A contraluz, la tarde es un jardín de espectros,
teatro de sombras con su telón de fondo,
sujeto por cables de teléfono y de luz.
Una madeja eléctrica se anuda
en la garganta del peatón que ve en sus uñas
la mugre que tizna el horizonte urbano.
La información del tiempo está en las nubes,
se descarga en la tensión de uno con la otra,
del otro que mira el cielo en forma extraña,
como si viera al Dios de la extinción,
al sol que sale para todos y ninguno.
¿Le faltan motivos a la imagen?
Nai Barghouti canta, su voz evoca la belleza,
el mar azul, los cielos despejados,
aromas de pan y miel en Palestina.
El corazón aprieta la tarde, las sombras, la tormenta.