Introducción sobre las migraciones, los éxodos y el exilio
Las migraciones son un fenómeno del que existen huellas en la historia temprana de la humanidad, están asociadas con motivaciones existenciales y se relacionan con la búsqueda de mejores condiciones de vida y el deseo de realizar sueños de libertad o liberación de regímenes represivo, derivados de la persistencia de guerras, dictaduras, que silencian las personas, hacen desaparecer habitantes, matan ideas y devastan el mundo.
Las oleadas migratorias cada vez mayores están compuestas por refugiados políticos, por personas que huyen de la guerra, de desastres ambientales, hambre y dificultades económicas. Casi todas las migraciones provienen de países por encima del umbral de pobreza. Para los refugiados, los países occidentales tienen las características del mundo imaginado, uno en el que muchos inmigrantes buscan respuestas a expectativas de vida que no pueden satisfacer en sus países de origen. Aunque si el aumento de la migración es una emergencia actual, la ruta más popular del mundo sigue siendo la que cruza la frontera de México hacia Estados Unidos.
Está claro que buena parte de los inmigrantes actuales son personas obligadas al exilio, por ese motivo podríamos definir el exilio como una salida de un lugar que no nos pertenece y no sentimos nuestro, hacia un lugar que se nos parece mejor o nos está prometido. El exilio está estrechamente relacionado con los grandes éxodos y el éxodo es una palabra que habla tanto del destino soñado como del paso para llegar; cuenta, no solo de la meta esperada, sino también del camino para llegar, el refugio anhelado y la dolorosa huida.
Palabra severa «éxodo»: nos recuerda que, siempre y perennemente, «todos estamos en camino»; nos enseña a dudar de cualquier estabilidad aparente. Por tanto, podemos imaginar el éxodo como una condición de la existencia humana: porque, como nos recuerda Séneca, «nada ha permanecido jamás en el lugar donde nació», y «sin pausa es el ir y venir del género humano».
De esta manera, el exodos griego se relaciona con el exitus latino y su riqueza conceptual: un exitus que puede ser finis para el materialismo epicúreo, y a la vez transitus para el providencialismo estoico; y que para el Séneca de las Cartas a Lucilio era incluso el verdadero dies natalis, «el día del nacimiento».
Vínculo fructífero entre el exilio y la poesía
La escritura se configura como un refugio consolador, un canal para mantener vivas las relaciones físicamente interrumpidas, pero también un instrumento para una reelaboración de la experiencia que, cuando el exilio llega como resultado de un conflicto político, permite a quienes son víctimas argumentar sus propias razones y darle sentido a la desgracia.
Si en algunos casos el exilio retoma los tropos típicos de la historia del viaje (distanciamiento y pérdida, pero también descubrimiento y refundación), en otros el exilio ya en la antigüedad posee las características modernas de un acontecimiento al que es imposible atribuir un significado: la escritura se convierte así en un precioso vehículo para la recuperación de la identidad y la construcción de la propia historia alternativa a la pública anulada por los acontecimientos.
Exilio y la poesía necesaria
Empiezo a hablar de poesía y exilio, sobre todo de poetas cubanos, con una pregunta: ¿cuántas generaciones se necesitan para enterrar un exilio? Creo que las generaciones se arraigan en el lugar donde nacen, independientemente de dónde vengan sus padres. Reconstruirse, potenciar la propia escritura en un país distinto al propio, tras el peso de las fugas y las separaciones lacerantes, es verdaderamente un equipaje pesado para sentirse lo suficientemente sólido y poder transmitir experiencias y emociones a través de la palabra.
El tiempo es el mejor aliado para recomponer los hilos. El exilio ciertamente hace que las deficiencias se sientan con más fuerza. He leído varios poemas de poetas exiliados cubanos que describen en sus versos el olor de una torta, de un asado, de una comida particular que recuerda la infancia, la casa de los abuelos, de los padres. Muchos autores cubanos hablan de su infancia caminando descalzos por las calles mientras jugaban béisbol libres.
Un exilio cambia radicalmente la vida de las generaciones siguientes. Muchos hijos de emigrantes hablan de extrañar sus raíces y pasan buena parte de sus vidas buscando constantemente entender quiénes son. La historia universal influye notablemente en quiénes somos y como suele ocurrir con los acontecimientos traumáticos, un exilio también trae riquezas, porque la investigación constante, así como la pluralidad cultural, obliga a una mayor profundidad.
La capacidad de transformar la nostalgia en una obra creativa podría ser la gracia salvadora
Sin embargo, hay un momento en el que el exilio se reabsorbe y queda la nostalgia, el deseo de recordar las cosas bellas, de volver a los propios elementos culturales, de dar valor a la propia historia. En esta fase, puede surgir el poeta, como una nueva persona que retoma la interrupción con el origen, que pasa de la asimilación inicial de la nueva cultura a una fase de integración, sintetizando en su propio camino de escritura dos culturas, que pierden los conflictos iniciales y se mezclan.
El poeta exiliado o emigrado ya no es un hecho excepcional, hoy todos estamos más mezclados. Los tiempos nos obligan a movernos.
Todo poeta en el exilio escucha voces provenientes de los lugares de su infancia, de su juventud, cuando estaban en sintonía con los rostros, con las costumbres y con la cultura que lo rodeaba. Sin embargo, la transcripción de esas voces en las páginas de un libro produce un efecto extraño: se trata de una escritura híbrida, bastarda en forma y contenido. Y el poeta lo siente. El poeta siente la necesidad de escribir para que el exilio no se convierta en un lugar del olvido; es así que llena las hojas de fantasmas, demonios y ángeles. Son ellos quienes devuelven la identidad del poeta, que lo socorren del riesgo de perderla. Las voces vienen de lejos, se entrelazan y a veces pierden sentido, pero, sedimentadas, vuelven a ser palabras, frases, historias.
No es sólo la memoria la que estimula el regreso de los rostros. El resurgimiento de los episodios vividos: es un diálogo constante entre los personajes que cuentan sus historias en la mente.
La poesía escucha los pensamientos y pide a los poetas que repitan lo que dicen, para memorizar charlas, historias, que a menudo terribles, a veces idealizadas. La poesía responde a las preguntas y a su vez le pide a la tinta que aclare detalles que no entiende. El poeta lee su identidad en sus versos.
Globalización, realidad y exilio
En este nuevo mundo globalizado, nos encontramos enfrentados y llamados a experimentar formas posibles de convivencia. La experiencia de la expatriación forzada en la literatura casi siempre tematiza el desmantelamiento de un orden (histórico, político, social, ideológico…), implica un desarraigo de la propia comunidad, un sentimiento de frustración del que surge una necesidad de compensación y seguridad; los nudos del dolor se enredan y desatan en variadas formas de escritura con una intención memorial, testimonial y metabolizadora de la exclusión sufrida. Por tanto, en este sentido, se crea una complicidad inseparable entre la escritura y la nostalgia provocada por el exilio, una cooperación que alivia el dramatismo del acontecimiento, hasta el punto de transformarlo en una conciencia existencial que no debe callarse, al contrario, debe ofrecerse como algo necesario y paradigmático.
Poesía del exilio oculto y poetas cubanos
Los ejemplos de poesía del exilio son numerosos, solo para citar algunos, se recuerdan Reinaldo García Ramos, Lourdes Gil, y Reinaldo Arenas (1943-1990) y su obra literaria, estrechamente ligada a la cultura insular. Este último escritor y poeta (más conocido como escritor que como poeta, junto a Alejo Carpentier, a Guillermo Cabrera Infante y otros… es uno de los escritores universales cubanos, es decir, muy reconocido en el mundo de la literatura internacional) salió de Cuba vía Mariel en 1980 y fue directo a Miami. Allí permaneció unos meses, fundó la revista literaria Mariel y luego se trasladó a Nueva York. Este autor es uno de los más conocidos por su frontal oposición al “castrismo” y por el hecho que se hizo una película a partir de su libro de memorias con el título “Antes que anochezca”, 2000, dirigido por Julian Schnabel.
La poesía de este autor es intensa, conmovedora y su poemario con el título “Infierno” (que incluye el poema Sonetos desde el infierno) es un testimonio de vida en versos. Leyéndolo, es fácil tropezar con la tendencia del autor a narrar las cosas que no aprueba con una voz honesta, con aprehensión intelectiva, es un canto de denuncia, que aleja hipocresías y alza la palabra contra los padecimientos de su pueblo y la miseria. Arenas insiste, en medio de una sencillez que suele ser aparente, porque el poeta se encuentra en el ritmo lírico de su tiempo.
Mar
Ya no tenemos el mar,
pero tenemos voz para inventarlo.
No tenemos el mar,
pero tenemos mares que no podremos olvidar:
El mar encrespado de la cólera,
el mar viscoso del destierro,
el fúlgido mar de la soledad,
el mar de la traición y del desamparo.
No tenemos el mar,
pero tenemos mares.
Mares repletos de excrementos,
mares de gomas de automóviles
donde empecinadamente deriva un esqueleto
(las falanges aún aferradas a la cámara
y el fragor de la metralla en el oleaje).
No tenemos el mar,
pero tenemos mares.
Mares de inescrupulosos traficantes,
mares de esbirros disfrazados de bañistas
y profesores que comercian con el crimen,
mares de playas convertidas en trincheras,
mares de cuerpos balaceados
que aún retumban en nuestra memoria salpicándola.
No tenemos el mar,
pero tenemos náufragos,
tenemos uñas, tenemos dedos cercenados,
alguna oreja y un ojo que el ahíto tiburón no quiso aprovechar.
Tenemos uñas,
siempre tendremos uñas
y las aguas hirvientes de las furias,
y esas aguas, las pestilentes, las agresivas aguas,
se alzarán victoriosas con sus víctimas
hasta formar un solo mar de horror, un mar unánime
un mar
sin tiempo y sin orillas sobre el abultado vientre del verdugo.
(Nueva York, noviembre de 1983)
Otro poeta cubano del exilio es Rafael Vilches Proenza (1965, Granma, Cuba) que fue censurado y expulsado de la UNEAC y reconocido pocos días atrás en España, donde ha sido nombrado Miembro de Honor de la Unión Nacional de Escritores de España (UNEE), una organización que defiende la libertad de expresión y de creación literaria.
El poeta durante tal reconocimiento afirma públicamente: “El reconocimiento viene por la trayectoria mía como poeta y como novelista, cosa que agradezco porque en Cuba se me quitaron todas las oportunidades de ser un escritor y como tantos otros que viven en Cuba o que han tenido que emigrar, que salir al exilio era una no persona, un no escritor”.
La poesía es una de las maneras de huir de las frustraciones de muchos cubanos que se han revelado contra la utopía de una sociedad supuestamente justa, que usa métodos represivos. La mayor parte de los escritores emigrados no abandonarían sus países de origen si las circunstancias materiales y/o políticas no los forzaran a ello. A pesar de eso existe una poesía del exilio, que el gobierno cubano niega y continua a oscurecer.
“¡Qué libertad, ser poeta y caer en desgracia!
Calamidad, infortunio, luz, combinándose en fuego eterno.
No es fácil.
Esperar en hambruna ilumina, hace fe.
Difícil, feo, es decir: Lameculos. Pero ahí están ministros y lacayos.
Princesa, no es que sientan, sufran el país, les alivia, solivianta,
tener la dulce llama alimentándoles la panza.
Me quedo con el escarnio,
hiendo en mi pecho los tres clavos con que martirizaron a Cristo.”
«Doy crédito» (del libro inédito Si te vas, mi corazón es un aeroplano).
Rafael Vilches Proenza
Ahora estoy leyendo algunos poemas del libro Berlinario de la poeta cubana María Carmen Ares Marrero (Habana1962) exiliada in Berlín, Alemania. publicado por Ilíada Ediciones. Este libro, como nos explica el poeta: “es un diario que recorre los recovecos de tres décadas de vida, obsesiones, búsquedas, renuncias, confrontación cultural, aprendizaje, enfrentamiento a pasajes trágicos, hasta sin techo, hambre, desesperación, violencia, dudas… Que alguien me cuente algo que yo ya no haya vivido. Tres décadas de experiencia y sigue vivo ese deseo febril de escribir, sin premuras, con la única urgencia de mi locura por poner en palabras las astucias y las vivencias, las mías y las tuyas…”.
Elegía a la muerte o al punto G
Tengo toda la paciencia del mundo para esperarte
para ponerme el guante de tu mano
para escrutar en las velocidades
colocar la lupa delante de lo ufano
de tus uñas negras que avanzan en silencio
rebanar la pulpa a lo profano
omnipresencia tuya
tragar en seco
desearte
eres la única certeza que tengo
y que amo.
Sé que llegarás a poseerme,
punto muerto, palanca de la suerte
aunque entonces, haya huido el deseo
el secreto del maldito ritual
tus máscaras, tus duelos
esa amante que ocupa mi lugar
los versos (que no lees)
de apagar fuego
todo me pregunta por qué te evoco,
por qué te anhelo
por qué eres mi única verdad
irreverente
Sórdida rutina en sacos de guardar el credo
de amontonar la marcha hacia la disolución
creo en ti, escultura de las horas
del suceso que nada significa
deshielo de formas en la otrora vida
del gusano sin dueño que se retuerce
bajo el cemento opaco
latitud con dientes
eterna alegría y virtud
entraña oscura de la luz
sin ti no tendrían sentido
mi adicción al pasado
lo que no he vivido
el nombre de los platillos caros, verdes
el futuro, los encuentros
con los rayos de lágrimas
descubrir el reino de mi inocencia
con sus cuernos austeros
Quien no venera la muerte
es porque ha muerto.
Berlín, 23.05. 2015
Martillo ebrio
Y pensé:
si despierto, escribiré un poema a este martillo ebrio
destroza cada punta inaccesible del viento
en el comienzo
yacen trozos de mi ingenuidad
en el intento baldío de colgar la verdad
lo que queda de añicos plañideros
machaca y machaca sobre el féretro
qué querrá guardar
que la caja no se rompa en el sendero
martillo ebrio del día a día
me ha destrozado el laberinto del cráneo
el día de nombre más largo
he aquí su manta verde y fría
Cables de un ardor intenso deambulan
en la espesura de la aguja uretral
domingo bisiesto sin bienestar
danza congestionada de gotas
piedras varadas en un conducto sutil
no puedo hacer pipí
todo me agota,
Pero duele menos que el alma
ver este martillo ebrio
gota a gota golpear
mis tímpanos, el talón, el fémur
mi esperanza de sanar
¡Martillo ebrio!
/Berlín. Enero. 2014. Urban Krankenhaus [Hospital])
En el 2024 se cumplirán veinticuatros años de la muerte del poeta cubano Heberto Padilla, un poeta considerado enemigo del gobierno cubano, que fue apresado y obligado a retractar públicamente por lo que había escrito en su libro “Fuera del juego” del 1968. Los poemas de Padilla son íntimos y expresan cómo duelen los pasajes de la vida. Leer sus versos es una experiencia electrizante y conmovedora, sobre todo si se piensa a lo que pasó durante su vida. Este poeta vivió y viajó en distintos lugares, por un cierto tiempo estuvo en Francia, España, Alemania, para morir en Estados Unidos en el año 2000.
La característica que está en los fundamentos de su poesía es objeción. Padilla objeta, critica y usa contrates con su negación.
“En tiempos difíciles”, el primer poema del libro:
“A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lágrimas
para que contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿hay algo mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esa donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles
esta es, sin duda, la prueba decisiva.”
“Para escribir en el álbum de un tirano:”
Protégete de los vacilantes,
porque un día sabrán lo que no quieren.
Protégete de los balbucientes,
de Juan-El-Gago, Pedro-El-Mudo,
porque descubrirán un día su voz fuerte.
Protégete de los tímidos y los apabullados,
porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres.
“Poética”
Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto».
Del libro “Fuera de juego”. Poemario publicado en 1968. En 1971 se produjo su encarcelamiento y autoacusación.
Continuo a leer versos sublimes de poetas cubanos contemporáneos exiliados, otro ejemplo es el poeta Félix Anesio que nació en Guantánamo, Cuba, en 1950 y vive en la ciudad de Miami.
Siempre mar
Dejar atrás los libros de toda una vida,
las fotos y poemas en el cajón apolillado,
los recuerdos más gratos, los más duros;
el beso último y desconsolado de la madre,
la lágrima de un padre que aún desconocía el llanto.
Todas las cosas lo abandonaban de golpe:
las amables puertas del vecindario que tantas veces
abriera,
como si fueran propias, con la feliz insolencia de los
niños;
las esquinas del amor, el canto del pájaro enjaulado,
los maestros que nunca más volvería a escuchar,
la sopa de la abuela en las tardes más frías.
Habiéndose forjado un mítico universo,
hoy renunciaba a todo en busca de otra tierra
donde inventarse sueños;
y el mar, el siempre mar,
sería el único camino nunca antes transitado
Ahora tengo entre las manos el libro de Eugenio Florit (1903-199) que es otro poeta exiliado y prácticamente desconocido por muchos cubanos. No cabe dudas que el hecho tiene relación con la postura política que asumió con respecto al castrismo. Quizás esa sea la causa por la cual sus poemas hayan estado ausentes del panorama poético nacional a partir de 1959. Con Órbita de Eugenio Florit, Ediciones Unión 2003, este poeta vuelve a ser publicado en Cuba luego de cuarenta y cinco años. Este libro es nada menos que una antología de sus mejores textos y una pequeña muestra de su obra en prosa. Por supuesto la selección ha sido largamente revisada, para evitar los textos que ya han sido censurados.
La poesía de este poeta se presenta como un sólido contacto de retorno a las grandezas líricas de España, sin perder nunca el contacto vital con la lírica cubana y latinoamericana, que les da a sus versos una nota de luz y aires insulares distintiva y original, para ofrecer una general armonía que conserva, aun en los versos libres, el clásico acento de la métrica tradicional hispánica.
El olvidado
Leo, pinto, escucho música,
a veces escribo versos.
Amo lo que no se acerca,
lo que siempre está muy lejos.
Miro pasar, de mi ventana,
las parejas de pelos sueltos,
con las cinturas enlazadas
y pasos iguales y lentos.
Algún día me siento vivo
y otros, los más, como si muerto,
con mucho aire para el alma
y mucha tierra sobre el cuerpo;
ya sin temores ni esperanzas,
para siempre callado y quieto.
Y los que todavía me aman
olviden que me llamé Eugenio.
(3 marzo, 1970)
Otro poeta exiliado es el poeta y ensayista cubano Octavio Armand (Guantánamo, 1946) que en una entrevista describe su posición de exiliado y resume como ha vivido esta condición.
«Mi exilio ha ido perdiendo su rostro político, ese que mira hacia el territorio de cuya historia presente me arrancaron, y que ya no me pertenece. No estoy exilado en el espacio sino en el tiempo; y en el tiempo me siento más guantanamero que cubano. Mi bandera es el Guaso, la Punta de la Mula, El Uvero, los amigos que quise y me quisieron, mis padres, Alfonso, el fufú de plátano que me hacía Nestora, en fin, las teselas sueltas del mosaico que en vano trato de armar. En lo disperso, lo fragmentario, la insuficiencia, en mi cero como límite, en la extrañeza de sentirme más al ser menos, ahí donde tú sientes mi exilio, ahí estoy en otra parte, aquí, allá, donde digas que yo dije ya no.»
Aldaba
Con el cielo entre dos hojas.
Con las mitades de una despedida.
Con la más simple escasez.
Así levantarás cuatro paredes.
Así harás tu casa.
(Octavio Armand, Nueva York, 27 de julio 1984)
Conclusiones de historias de una isla de nostalgias que se alivia con la palabra
Como ven, de la poesía debe esperarse todo: rebeldía, nostalgia, desdichas, frustraciones…todo lo que pertenece a la naturaleza humana.
La poesía del exilio personifica el naufragio, enfatiza la melancolía, la necesidad inmediata de aliviar el dolor de una inevitable ausencia. El gesto emblemático de perder todo lo que enraíza al individuo a un territorio, procura en la poesía del exilio la evidencia de un trauma tangible, que se acaricia con el encuentro de otras tierras de paso. La diáspora es una constante, así como la evocación del eterno partir.
La poesía sabe acompañar siempre, como un ensalmo íntimo
En el inagotable vaivén de la desesperanza, de pronto la palabra flotando, el vuelo de un pájaro que cruza los mástiles en lo alto. Y adentro, en una curva del pecho, las venas de inspiración están hechas de aguas que desnudan la inocencia, aguas que separan y unen la tierra de desesperación de la tierra soñada.
Un destierro y… el poeta crece hacia adentro, como una manera de salir al concierto del mundo con la mayor dignidad, que es la libertad de pensamiento.
La poesía del exilio es un tocororo que canta, una campana ardiendo, es un verso de una apretazón, de una nostalgia de lo distante que se abre como un cotiledón de fuego, germina en otras tierras, atravesando los litorales duros de la realidad. La poesía del exilio es un derrame planetario, lucha por conquistar un sitio sin fin en lo celeste. Su vocación por el rompimiento de las fronteras es un correr profundo de viento cálido que habla, usando un ritmo sostenido, una denuncia de lo que sucede en el silencio.
Mientras leo los versos de diferentes poetas del exilio, pienso en Cuba, en nuestro Mediterráneo americano, en lo que aproxima y en lo que aleja los que se han ido y los que todavía aguardan la partida. Pienso a ese eterno partir de los cubanos y al tono grandioso de algunos poetas que describen sus emociones desde el exilio.
La emigración es una alternativa para unos y una necesidad para otros. Los cubanos se tiran al mar en gomas de camión, dispuestos a ponerse en riesgo, a desafiar el destino y la voracidad mortal del océano. Se va el obrero, se va el intelectual. Y junto a cada partida navega la nostalgia como una patria fantasma.
La nostalgia puede ser restaurativa y la escritura puede ser una herramienta para reconstruir el hogar perdido y remendar los huecos de la memoria, fabricar símbolos, reconstruir orígenes, evocando el pasado.
La poesía del exilio suele ser una mezcla de nostalgia restaurativa y nostalgia reflexiva, a veces restaura lo que el autor recuerda, desde su personal punto de vista, otras veces se encauza en el algia, la añoranza y la pérdida, realizando un proceso imperfecto y cambiando el recuerdo. La nostalgia mista a veces reconstruye un lugar mítico llamado hogar, otras veces existe enamorada de la distancia. Los poetas anteriores en su obra pasan de una forma de nostalgia a la otra. Por ese motivo termino diciendo que creo, sinceramente, que existe una identidad poética mista del exilio, que es única porque se erige como puente de escape del mundo, participando activamente en la invención de una nueva realidad.
Fuentes:
“Exilio y migración forzada: tendencia latinoamericana”, Adalberto Santana y Ricardo Domínguez Guadarrama, Centro de investigaciones sobre América Latina y el Caribe
“Seneca nella coscienza dell’Europa”, Mondadori, 1999
“Esodo la rivoluzione del mondo antico”, Jan Assmann, Adelphi, 2023