Alguna vez le pidieron al poeta y crítico de arte guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, su opinión de Picasso y su obra; Cardoza eludió el análisis crítico y dijo: “me lo imagino”. Yo creo que la frase bien vale para una obra que, como la de Juan Gelman, despliega una variedad de registros y una libertad expresiva que la tornan única en su portentosa capacidad de interrogarse y de decir.
Me lo imagino. Quiero imaginarme ese modo singular de enlazar la perplejidad y la certidumbre que lo ha convertido en un maestro a nivel continental. Y, en las marcas de ese hacer, su entereza, su entrega, su tenacidad, su conciencia crítica.
Imagino una poesía alimentada de su propia búsqueda que no le pierde pisada a sus obsesiones, debatiéndose en un torbellino de fuerzas contrarias: la unidad y el desmembramiento, inocencia y degradación, belleza y espanto, memoria y omisión, las esperanzas y los infortunios.
Ahora, Gelman acaba de publicar otro libro, y sin embargo no es otro, en el sentido de un libro más, es la poesía de Gelman que no deja de sorprendernos por la libertad con que trabaja, por su ejercicio de trasfiguraciones de todo con todo, por las imágenes que resuenan sobre un entramado de ideas y, como dijo Raúl González Tuñón en el prólogo de aquel Violín y otras cuestiones, el primer libro editado por Gelman en 1956, por su conciencia alerta y “el vuelo de la imaginación”.
Hoy, es una muestra acabada, en pulidas joyas diminutas, de sus viajes posibles hacia el “uno” y los otros, en esa calle donde la poesía imagina, reflexiona, resiste, anhela y agita su ramo de interrogantes; porque posee la música de las preguntas.
Cada vez más esta poesía ha ido virando de una oralidad expansiva a textos concisos, de suma condensación de sentido. Un simbolismo reconcentrado se abre a múltiples visiones en temas que le son recurrentes: la infancia de las cosas, el amor, la revolución, la memoria, la espesura del vacío, el exilio, la indagación del sí mismo y siempre la poesía como diálogo repujado por la “belleza incesante”.
Vuelvo a Cardoza y Aragón , quien señaló que que Gelman “inventó un lenguaje”; en el caso de Hoy ese lenguaje toma la forma del poema en prosa que encuentra su dinámica en núcleos internos que se desplazan, se conectan y resignifican.
Aquí lo estático es arrasado por un magma en el que cobran relieve las mudanzas, el trasiego entre lo que se diluye y lo que se corporiza, el vacío y lo pleno, lo que arde y lo que se marchita. La textura de estos poemas deviene de un amplio catálogo de registros expresivos orquestados al modo gelmaniano: el repliegue místico, la sequedad del silogismo, y un modo de conducir la digresión por paisajes de sueño; todo cruzado por el fulgor de esa imagen inusitada, contundente, que le es tan propia; una imagen-piñata, abierta a múltiples lecturas.
Hay en esta obra un universo cimbreante en virtud de una capacidad de vincular entidades aparentemente remotas. Ese haz de imágenes que giran en espiral, dicen: “Estar es un trabajo desnudo”, “Alguien enjuga lágrimas que le crecieron en la mano”, “La tierra pule huesos que el tiempo roba sin retorno”, “La memoria tiene pastos que siempre te comés”, “Los abismos del ser son nada en la desgracia de estar”.
Hoy es un único y extenso poema en el que podemos vislumbrar, a un tiempo, anverso y reverso; esa lucha de opuestos que Gelman transforma en herramienta esencial para tensionar su escritura en versos que dicen: “Lo visible que está/ lo invisible que está/ revuelven el bien y el mal en una olla podrida”. La paradoja da momentos de gran factura; el poeta habla del “tiempo fijo en su pasar” y escribe: “estamos huérfanos de cartas que no se pueden enviar”.
Gelman ha dicho que el origen de este libro está en el proceso de duelo por la pérdida de su hijo Marcelo, la condena de sus asesinos y el abismo insondable del mal en el mundo de hoy. Sobre este diálogo con su hijo, el anhelo, lo que persiste, convive con lo mutilado, de modo que sobre este núcleo emotivo serpentean líneas que van al amor, a la fugacidad, a los enigmas de la escritura, a la utopía. Dice. “Las médulas de los caídos dan de comer a los rumores de una rosa”; y: “En el buche secreto de un jilguero vive lo que vendrá”.
Desde el título, Hoy, condensa una suma de momentos pasados, presentes y por venir; al mismo tiempo que va más allá de lo meramente temporal; es un “hoy” que asume sin esfuerzo un “aquí”, porque es urgencia; un “hoy” hecho de “ahoras”. También un “hoy” vuelto “soy”. Y Gelman le da una vuelta de tuerca a la frase que Hamlet le dirige a Ofelia “Ser o no ser, ésa es la cuestión” y ensanchando el campo semántico dice: “ser o no ser es ser no ser”. Este “hoy” de alta poesía está hecho de cavilaciones que nos interpelan y advierten: “la dignidad canta músicas flacas”, “hay que barrer el mundo en sucio estado/ otra vez ponen huevos de serpiente”, en referencia a un poder global que reconfigura los modos de disciplinar, de modelar imaginarios y subjetividades; habla de “la progresión de la crueldad”, apuntando a la pretensión de recortar la rebeldía del hombre para convertirlo en un ser obediente al desastre, carne de autoritarismos. Frente a esto, ya había adelantado un verso que es emblema de una conciencia insumisa: “labio preso/ que besa en libertad”.
Atravesada por hebras del furor, esta poesía respira en el centro de lo humano, por aquello que lo enaltece, contra aquello que lo degrada. Una poesía que asume lenguajes de riesgo en los que no tiene lugar la palabra satisfecha, sino aquella que sale en busca de su significado. Estamos frente a una de las propuestas poéticas más originales, intensas, reveladoras y cuestionadoras de los últimos tiempos. Una especie de “Guernica” hablado que, aun frente a los reveses, respira deseo, que es la medida de la vida.
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Presentación del libro Hoy de Juan Gelman, en la Sala Borges de la Biblioteca Nacional de Argentina el 16/8/13. Este libro fue publicado por el sello Seix Barral en Buenos Aires, 2013 y un año después coeditado en México por la UNAM y la editorial ERA.