Poesía escrita por mujeres:
Kenia Cano

Alfiler

Al amor respóndele con un objeto práctico: un alfiler con toda su carga de palabra árabe, su recuerdo de alféizar o alharaca. Alhaja familiar. Golpe sonoro al alba. Prendido con alfileres, de oro el movimiento ciego en hora temprana.
Alfil. Jugada diagonal en tu entrecejo. Creencia plateada. Alfileteamos la orilla de la sábana antes de pasar la costura definitiva. Tendimos la tela solar, confiamos en que esos intervalos sonoros, esperarían.
Disponemos alfileres con todo cuidado procurando no picar la punta de nuestros dedos. Sólo esta pequeña voluntad nos salva. Lo demás es vanidad.
Un cordero prendido por alfileres, alfileres inofensivos, a veces sacan astillas. ¿Imaginas a Abelardo y Eloísa amando sin miedo?

 

Piedra

La metes polvorosa, sacudida apenas, en una caja de zapatos. Te dejas tocar por una colección que no pediste de voces de tus padres. ¿En verdad acotaron tanto nuestro mirar? Piedras pegadas toscamente a un cartón.
Las rescatadas en ríos que parecían inmensos y peligrosos. Otras que recogimos al borde de la carretera en Zacatecas junto con arenas de color. Un museo de historia natural: el fragmento de un panal de avispa, un cuarzo blanco, la pluma punteada de una gallina de Guinea.
Piedras de ríos que no nos arrastraron, recuerdo de flamencos que no picotearon nuestro costado, enjambre fibroso de un cactus que nunca nos aguató. Un recorrido sin peligros. Nuestro pequeño rastro. Un ritual orgánico a la entrada de la casa.

 

Maleta cósmica

Transportas todo en tu pequeña maleta.
La portada por ángeles.
El ángel de la incertidumbre y el de la confianza súbita.

Dejas zapatos, calzones y un dragón con boca aguerrida.
(Un alarido que sólo se dio en el juego.)

Vas con la maleta vacía para despedir la casa de los abuelos
y la regresas llena de preguntas,
de historias a punto de aparecer.

Estábamos en una tierra aún sin nombre.
La sala aún no era cuarto,
el cuarto no tenía paredes,
las paredes silenciosas sin tus trabajos del colegio.

Y luego: ¡un cartel con tortugas!

La lentitud con la que todo se iría acomodando.
Un ropero rojo, tu cama de barco, un tlacuache al que nombraste Sam.

Letras en la puerta de tu habitación:
Toc toc
Estamos aquí, en fila
Objetos,
               olivos para la nueva cama,
                           ostras para abrir los sueños,
                                                                   oleaje azul.

Mudanza de tus primeras piyamas consteladas.

 

Nariz roja y un llavero de Neil Armstrong

Pisar la luna no, conducir el auto.
Reír de la rutina, de tanta payasada gravitatoria.
El trasero bien puesto en el asiento
y tu boca de tamaño normal
junto a esta nariz enorme que te pones
al verte de aquí para allá.

La ciudad y el espacio inadvertido.

¿Quién dejó abandonada esta nariz roja?
¿Quién este llaverito para cumplir sueños?

Neil cayó del bolsillo del niño
justo a la entrada del colegio.
A pesar de su traje de astronauta
rebotó en el suelo sin ganas de asistir a la clase.
Él ya… las matemáticas dominadas,
el perfume aterrador de la maestra.
A él no… ya había pisado la luna.

¿Qué más podían esperar de él!

Qué aire tan pesado el de la tierra.
Qué fuerza ésta concentrada.
Neil debe volver al auto mientras el niño
entra por la puerta del colegio.

Mamá se pondrá la nariz hasta que den las dos
y los dos objetos devueltos a la nave
le devuelvan el misterio de transitar el mundo
como si conociera la risa del espacio.

 

Poema de niño con pájaro

El pájaro tiene un tumor en el cachete izquierdo.

Parece una pregunta insistente,
un ojo pegado a la mala
u otro pájaro que nunca creció,
como el plan de uno mismo abortado.

Un niño de siete años sirve de vara,
un pequeño ciprés o un fresno bajito.

Toda su serenidad para servir de casa
a un pájaro malformado.

Un gorrión común que aprende a volar torpemente.

Habías dejado tantas casas a tan corta edad
para convertirte tú mismo en esa casa de pájaros.

A veces la infancia puede parecer un tumor.

 

Kenia Cano (Ciudad de México, 1972), es poeta y pintora. Tiene una maestría en Arte y Literatura por la UAEM. Algunos de sus libros de poemas son Oración de Pájaros, con pinturas de la autora; Las Aves de Este Día, con una carpeta visual dedicada a Rodin y Audobon (Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer); Autorretrato con Animales; Un Animal para los Ojos; Diario de Poemas Incómodos, poemas en prosa junto con un diario intervenido; y Parcela Blanca. Forma parte de varias antologías nacionales e internacionales. Ha expuesto su obra pictórica en México, Francia y Estados Unidos. Ha sido becaria del Sistema Nacional de Creadores de Conaculta. Imparte talleres de Correspondencia entre las Artes. Practica yoga y el dibujo de figura humana.