Incisiones (o de cómo vocablo, voz, fe, y una bocanada de humo, multiplican el sonido del vuelo de las flores de un diente de león)
Polvo y destino, huesos para contar la historia. Contacto o punto descendente a estratos. Pliegues donde el lenguaje prehistórico del barro formula tácticas de guerra. Nimbos. Habitación giratoria, lecho multicolor, águilas –dos– en vuelo a contracorriente, libro de las horas, transeúntes del aire, vendajes a altura desconocida que aún gotean sangre, fuego y palabras: acantilado cadmio, latitud de tierra donde el lodo, la maleza, la gota que apenas se precipita, apaciguan el esfuerzo sordo de la vida.
***
Resolana. Ante la oscuridad del levantamiento, un grito. La palabra, negada como asilo, refugio o ala de ave muerta sobre solario. No cristal enmohecido, tormenta en medio del bosque o ahuehuete caído. Acontecimiento más que fin. Suceso activado en boca y músculos: gesto, núcleo de la cólera.
***
Círculos. De un destino a otro, continuidad. Desvíos entre puntos. El viaje siempre es proteico, aunque el héroe muera en el intento. Parámetros de poliangularidad visual. De un cuerpo a otro, de un silencio a una palabra nominada por única vez, la obertura, el trazo grueso. El espacio se desdobla entre líneas y puntos de fuga. Trazado sin aristas. Matriz cromática de tierra. Lenguaje sentimental acribillado.
***
Hondura y trasiego. La tierra murmura. Rodillas áridas; habla el espacio, habla. Dibuja una línea el contorno del paisaje. El ocre renace del blanco. Cada lodazal es campo minado, determinante. Óleos. Ese hombre musitaba una canción de cuna en lengua muerta. El paso de la avioneta es ya presagio de una palabra ya rama, ya hueso, ya cerusa.
***
Tensión y borramiento. Apenas signo en trasiego por el horizonte. La voz, su levedad de soplo, desteje miserias. Palabra follaje, brasas de sentido ante observante. Expansión de materialidades áuricas: Y su nombre era inocencia espacio aire visible notación espiral de signos instante surco. Arde, todo arde en el lenguaje.
Levántate: habla
& & & & &
Sobre la gramática, los cuerpos. En las palabras los cuerpos. Orgía verbal. Orgía de corvas. Toca a tu vecino. Tócale el hombro, el brazo, el pecho, el dedo meñique. Tócalo. Dibuja en su piel el espacio que tú pienses, el espacio más libre. Más explosivo. Más sexual. Más sincero.
Líneas desdobladas, líneas que caen.
Respiración.
¿Cuántas horas puedes mirarte a los ojos en el espejo y no perder contacto?
Colectividad feroz. Colectividad voraz.
Improvisación. Reticulares bajan sobre cada hombro; notas, selección sonora, el noveno compás avanza como latido por cada una de las uñas, recorre el estómago, el intestino grueso, invade la piel:
¿escuchas el lejano canto de la hidrocodeína?
Anticipo, todo pasará. Hemos sido felices por breves segundos. Aunque el mundo sea extraño.
En el oído, penúltima frase:
Voz en la inmensidad del silencio. En la inmensidad de tu voz el silencio. El silencio en tu voz. En tu voz, la inmensidad. En tu voz. En su voz. En cada voz. En la inmensidad. En cada voz. En silencio.
En.
“¿Te grabo música”, preguntó él, “todo Fluxus” dije, “todo Fluxus”.
Cantata.
Materia oscura
Tensión y borramiento. Apenas signo en trasiego por el horizonte. La voz, su levedad de soplo, desteje miserias. Palabra follaje, brasas de sentido ante observante. Expansión de materialidades áuricas: Y su nombre era inocencia espacio aire visible notación espiral de signos instante surco. Arde, todo arde en el lenguaje.
Oído y enjambre, la tonalidad de las voces mezcladas, la tesitura de la gravedad de lo no dicho, o dicho, entre sílabas. Cualquier mentira podría decirse mientras el país se desangra. Antesala de granito y cedros. De cualquier abedul podría colgarse un hombre. O una mujer. Se guarecen en tierra semillas de amapolas. Florecerán. No el pueblo que las ha plantado. Guirnalda.
Mírame cuando el silencio se interponga, mírame cuando el ocultamiento del miedo desvanezca tus párpados. Capa tras capa –sotierro, ángulo o cornisa– queda sólo la luz basáltica de quien se oculta entre reflejos.
Luces sobrevuelan el arenal. Ascenso y caída. En ambos puntos sedimento y visión. Las hojas de todo árbol –sílabas blancas– enuncian hacia tierra la ofrenda de la ausencia: lo visible, el objeto, la mancha que flota en el vacío.
Entran, salen, celestes erizos, galopantes de hartazgo. Ondulaciones y magma. Gravitación. Sobre la silla cuelga el saco a cuadros. Sobre la silla cuelgan las bolsas (y sus peticiones). Lo que transcurre amortigua el miedo. Esas ráfagas. Esas que llegan de un lado y de otro. La mancha ofrece a la vista un trasbordo de lo visible a lo invisible, y a la inversa, como principio de lo que es, o será, o fue. Hilos y variaciones de nudos. Y su nombre era fuego, espesura de fondo, negrísimo trazo en el cielo de tiento obstinado.
Rocío Cerón (Ciudad de México, 1972), es poeta, ensayista, editora y creadora transdisciplinar. Ha publicado Materia oscura, Borealis, La rebelión. O mirar el mundo hasta pulverizarse los ojos, Anatomía del nudo. Obra reunida (2002-2015), Nudo vortex, Diorama, Tiento, Imperio, entre otros. Recibió en Estados Unidos el Best Translated Book Award, 2015, por su libro Diorama, traducción de Anna Rosenwong; el See America Travel Award, 2005, por sus crónicas de viaje y, en México, el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen por su primer libro de poesía, Basalto (2000). Sus acciones poéticas y piezas de poesía visual y sonoras se han presentado en varios lugares del mundo, como los Berlín, Londres, Nueva York, Estocolmo, entre otros. Es fundadora de ENCLAVE. Festival de Poesía Transdisciplinar y forma parte del cuerpo académico del Diplomado Tránsitos de Investigación, Experimentación y Producción Artística del Centro Nacional de las Artes. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA. Su obra puede leerse/verse/escucharse en rocioceron.com