Después de la rabia
la lava de los volcanes
se hace rocío,
los vocablos se acurrucan en el silencio,
mares ficticios quiebran el lenguaje.
Después de la rabia
los puertos se abren
al dolor de la memoria.
Después de la rabia
preparo mis piernas,
mis brazos,
los vuelvo leves,
para atravesar la ira,
salir de ella,
bañar mis ojos.
Carta a la madrugada
En la intemporalidad
tomo sorbos de sol y luna,
animales nocturnos y diurnos
se compenetran.
En la madrugada
ya no soy mujer,
soy vela de un barco encallado,
los camaleones transparentan visiones,
los centinelas de la luz
duermen en la música
y en la ilusión de una vasija
el desierto calma su sed.
Estos dos poemas de Daniela Pérez Taborda son agua fresca colmada de imaginería, tiene oficio, esmero en las imágenes poéticas. En el primero, el título sirve como primer verso y lo va a repetir al comenzar la segunda y tercer estrofa. Es un poema que reconforta al poner en tensión la rabia con la supuesta tranquilidad de la tristeza, una melancolía apacible: “los puerto se abren/ al dolor de la memoria” los brazos y piernas, antes pesados, se vuelven leves y ayudan a pasar ese momento de enojo para “bañar sus ojos” metáfora del llanto que refresca y reconforta… “Carta a la madrugada” tiene esos tintes surrealistas y joviales de la buena poesía: “los camaleones transparentan visiones,/los centinelas de la luz/ duermen en la música”. En esa segunda estrofa, antes, en el tercer verso, en lugar de la coma, iría un punto y aparte.
Daniela Pérez Taborda (Santa Rosa de Osos, Colombia 2002), Nació en Santa Rosa de Osos, un municipio al norte de Antioquia. Gran parte de su vida ha trascurrido en el campo, estudia ciencia política.